Abusada y abandonada en un hotel de Pitalito

Leyó la historia de Jimena- abusada, golpeada y amenazada por su expareja- una semana atrás en LA NACIÓN y destrabó su silencio. En octubre de 2015 conoció a un cliente que visitó el consultorio médico en Pitalito, donde Dayana* labora. Era aparentemente inofensivo, oriundo de Tarqui, Huila, de buena familia, un comerciante que doblaba los 21 años de ella, y que de entrada quedó flechado con la laboyana. No obstante, terminó desdibujándose hasta convertirse en un ‘animal’, como hoy lo califica la víctima.

La invitaba frecuentemente a salir, pero Dayana se negaba. Incluso, ofrecía su vehículo para movilizarla hasta la universidad, aunque la chica seguía con su negativa.
El 10 de octubre de 2015 optó por aceptarle una comida. Él le pidió que fueran a comer a San Agustín, pero ella se negó. “Lo máximo que me dejan salir es hasta la 1:00 de la madrugada”, le dijo.

A las 9:00 de la noche se encontraron y el empresario huilense la movilizó hasta  un establecimiento nocturno de Pitalito, relata la mujer. Ella pidió de licor un margarita, bebió y luego fue al baño. De regreso alcanzó a observar que el hombre manipulaba unas pastillas de color rojo, pero la joven no prestó atención. No magnificó los hechos.
Culminó su bebida y su visión empezó a colocarse borrosa. No estaba ebria, aclara, pero quedó inconsciente, con su mente en blanco, y se enlagunó tanto, que no recuerda qué pasó después.
“Fui confiada, nunca pensé que eso me fuera a pasar a mí..”
Lo que vino

Maritza, su madre, se alarmó al encontrar a media noche que la cama de Dayana estaba desocupada. “Le había dicho a mi mamá que no me demoraba, que si no llegaba antes de la 1:00 a.m. me marcara porque a ese señor solo lo conocía por lo que habíamos hablado en el consultorio”.

Al otro día empezó la búsqueda de la chica. Llamadas a amigos, a familiares, a parientes, a compañeros de trabajo, pero nadie daba razón, mientras el teléfono celular de la laboyana seguía sonando (38 llamadas perdidas). Era su madre, quien insistentemente buscaba noticias. El aparato, oculto dentro de su cartera, terminó en la recepción de un motel de Pitalito. El empresario de Tarqui lo había dejado con la chaqueta de la mujer cuando salió, casi huyendo del establecimiento.

“El administrador del motel, al escuchar insistentemente el sonido del celular, y al darse cuenta que habían dejado mi cartera, optó por contestar. Era mi madre. Él le informó que yo estaba allí”.

La mujer corrió al negocio. Y lo que encontró fue una imagen desgarradora: en el cuarto, Dayana estaba desnuda, desmayada, casi muerta. Ni siquiera- relató la mujer a la Fiscalía- su hija la conocía. ¿Cómo llegó mi ‘pequeña’ a este motel? Preguntó la madre. El administrador respondió que el hombre de Tarqui llegó con ella alzada, dormida diciendo que era su mujer.


En el Hospital Departamental de Pitalito, Dayana fue atendida, luego de ser rescatada por su madre.  

“Yo estaba irreconocible, me cuenta mi mamá… este hombre me violó, me drogó o me dio a tomar alguna sustancia porque yo perdí el conocimiento y me dejó abandonada”, resume la mujer, en medio de lágrimas a LA NACIÓN.

Dayana, auxiliada por su madre, terminó en el Hospital Departamental de Pitalito. Le hicieron exámenes de sangre, de flujo vaginal, entre otros. Y pasó a valoración psicológica: “se evidencia abuso sexual a la paciente. En la intervención se observa a una mujer iniciando un proceso de duelo por lo sucedido, con sentimiento de culpa y dolor, lo cual dificulta su mejora psicológica”. La psicóloga recomendó más sesiones terapéuticas. “Es una joven con un suceso doloroso”, resume en el reporte de epicrisis del Hospital Departamental San Antonio.

Mientras que el reporte clínico fue más directo: “se logra evidenciar a nivel de labios mayores (de la vagina) presencia de secreción blanquecina, al parecer espermatozoides… himen no integro”, añade.

Siguió afectada

Tres días pasaron y Dayana seguía mareada, con sueño. Ni siquiera prestaba atención- recuerda- a la entrevista con el psicólogo. Se negaba a llamar al hombre que, según ella, le hizo daño, no quería ni siquiera buscarlo. Tenía temor de escucharlo porque indagó sobre él y encontró que ya tenía antecedentes: una joven más había sido víctima de sus ‘garras’, relata.

“Siempre he tenido miedo, me da temor lo que pueda hacerme a mí, a mi familia por la investigación que le tengo en la Fiscalía”, expresa.

Cuando sale a la calle observa a su alrededor. Cree que el huilense se le aparecerá y la atacará. “Sé que él tomará represalias en mi contra a cualquier momento por mi denuncia en la Fiscalía. Incluso, mis amigas me dicen que lo han visto rondar por los lados de mi trabajo, pero ya decidí denunciarlo y pase lo que pase seguiré adelante con la investigación”:

“…Y el  responsable que la durmió y la abusó- según su denuncia- en el motel de Pitalito, consiguió un testigo y argumenta que ella era su pareja, “cuando no es cierto. Esa es su estrategia”. La Justicia tendrá la última palabra” 
Duro encuentro

No obstante, el 11 de marzo, tuvo que sostenerle su mirada en una Fiscalía de Pitalito. A Dayana le dio susto, nervios, revivió en su mente algunos momentos que recuerda nubladamente aquella noche. Mientras tanto, el hombre de Tarqui, se río. Ella- ante la justicia- tuvo a su favor la declaración de su madre, quien la recogió desnuda del motel, del administrador del establecimiento, pero extrañamente- dice la mujer- la Fiscalía llegó sin pruebas. Y el Juez consideró que el responsable no era un peligro para la sociedad y requería de mayores pruebas para privarlo de su libertad.


Dayana ahora solo espera que la justicia haga su parte, pues luego de cinco meses de los hechos poco es lo que ha pasado.

Él siguió libre, la chica asustada, mientras Medicina Legal, cuatro meses después, no entrega los resultados de toxicología que le permitan a la Justicia determinar qué tipo de sustancia le dieron a Dayana en la noche del 10 de octubre. “Quedé desorientada, desmotivada porque tanto tiempo y nada que salen los resultados. Uno no sabe qué pensar”.

Y añade: “fue duro verle la cara a ese desgraciado, ese hombre arruinó mi vida y pudo arruinarla peor”. Hoy no sale sola a la calle, en las noches teme pisar el exterior de su casa, cuando duerme se levanta asustada, tiene pesadillas. Conclusión: su vida no volvió a ser la misma, según ella.

Interrogante

-¿Por qué aceptó salir con este hombre?, se le pregunta, pero ese es su mayor interrogante, responde. “Me hago esa misma pregunta. En la universidad mis compañeros me conocen, saben que soy la más juiciosa, casi no salgo a la calle y preciso le digo a él que sí. No sé qué me pasó, creo que fue la confianza porque él entró a hablarme muy respetuoso”.

Asustada, pero apoyada por su hoy jefe, respaldada por su novio, con quien lleva más de cuatro años, de su familia y compañeros de trabajo, Dayana sigue adelante con su investigación. Pidió apoyo de un defensor público de la Defensoría del Pueblo y confía en que se haga justicia, aunque en ocasiones lo duda. Cinco meses después algunas de las pruebas a su favor siguen en espera por parte de Medicina Legal. Y el  responsable que la durmió y la abusó- según su denuncia- en el motel de Pitalito, consiguió un testigo y argumenta que ella era su pareja, “cuando no es cierto. Esa es su estrategia”. La Justicia tendrá la última palabra.

Fuente: La Nación
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