María Pía, la primera docente transgénero en el Huila

A sus 19 años de edad, María Pía Sáenz Guerrero quebró el imaginario de lo que se supone es una mujer transgénero.

Pese al gran desafío que le suponía ser una mujer transgénero en un ámbito académico convencional, María Pía Sáenz Guerrero obtuvo su título como normalista de la Escuela Normal Superior de Neiva. Actualmente es la primera docente trans de todo el Huila.

“Produce mucha felicidad y orgullo porque fue una lucha constante. Es un momento histórico para mi comunidad, pero también un episodio emotivo para mí como ser humano porque no solamente subí un peldaño en mi vida académica, sino que estoy tumbando el imaginario en el que nos tienen encasilladas”, manifestó la nueva profesora, quien muchas veces se cuestionó si valía la pena seguir con su proyecto de vida, teniendo en cuenta que la sociedad aún no reconoce en las transgénero roles diferentes al de la prostitución o la peluquería.

Sin embargo, las ganas de llegar a ser una maestra se impusieron al miedo que sintió a lo largo de su preparación y que tenía que ver con ser rechazada no solo por su orientación sexual sino por su identidad de género.

“Pude salir del esquema en el que siempre nos han encasillado. Fui capaz de demostrar que no somos inferiores en ningún aspecto a otras personas, mucho menos en el plano intelectual, y que si todos tenemos las mismas oportunidades vamos a ser capaces de lograr grandes cosas, no solo para beneficio personal sino para el desarrollo de la sociedad”.

Una lucha constante

María Pía aseguró que no fue del todo fácil llevar a feliz término su formación académica.  Además de tener que madrugar y trasnochar (acciones que vienen de la mano de la vida estudiantil), y de la situación económica que en su caso no era muy próspera, durante su proceso tuvo que soportar lo que ella consideraba una discriminación soterrada por parte de los directivos del plantel y algunos compañeros de estudio.

“Me daban muchos ‘consejos’: que no me maquillara tanto y que fuera más seriecita. Querían condicionar mi comportamiento, mi manera de hablar, de moverme. Eso me hería mucho”.

Y es que no fue sencillo para ella llegar a hacer sus prácticas pedagógicas, cada semestre, en diferentes centros de formación. Su figura femenina pero con rasgos masculinos y su preferencia sexual causaban cierta resistencia, sobre todo en los padres de familia.

“Estuve a punto de abandonar todo porque estaba cansada de que trataran de inhibirme. Pero gracias al apoyo de mi madre decidí continuar y ahora es que se ven los frutos de ese esfuerzo, de saber afrontar todas las situaciones adversas”.

Vocación pedagógica

Los primeros encuentros que María Pía Sáenz Guerrero tuvo con la enseñanza (así fueran solo un juego) ocurrieron en su niñez. Siempre asumió el rol de la maestra cuando se reunía con sus amigos del barrio.

Con el paso de los años y ya más consciente de lo que representa la educación en el desarrollo de las personas decidió que ese sería el proyecto de vida que quería asumir, no solo por mera vocación sino porque supo que era la mejor manera de cambiar pensamientos, de abrir mentes. Es por eso que ahora, cuando ya logró convertirse en maestra normalista, quiere desarrollar un modelo pedagógico alternativo con el que pueda brindarles a los estudiantes herramientas para conocer la vida y para aprender de manera diferente.

“A mí me tocó una escuela tradicional, de rechazo hacia lo diferente y de poco aprendizaje. Estar entre las cuatro paredes de un salón no me permitía entender el contexto en el que vivía, y si bien los contenidos que ofrece la educación convencional no son del todo malos, a los niños y jóvenes les hace falta entender sus realidades y reconocer las realidades ajenas”.

Esta profesora, de 19 años de edad, se visualiza trabajando con comunidades vulnerables, comprendiendo sus problemáticas y desarrollando soluciones a partir de la enseñanza.

Sus nuevos retos son seguir formándose profesionalmente y demostrar con el ejemplo que ser transgénero no la convierte en  una depravada ni abusadora sexual.

“Me urge acabar con ese estigma. No somos violadores en potencia ni mucho menos un mal ejemplo para los niños. Yo lo único que quiero es ejercer mi profesión, quiero enseñar”.

Por: Juan Manuel Muñoz Cifuentes

fuente: EC-el caracoli 
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