"El Mártir de Armero", el sacerdote Huilense que beatificará el Papa en su visita a Colombia

El obispo de Garzón del Huila, monseñor Fabio Duque Jaramillo ya fue notificado por la Santa Sede que el padre Pedro María Ramírez Ramos, nacido en La Plata será beatificado por el Papa Francisco. Con este primer paso comienza el camino para que el Huila tenga su santo.

En su momento, el padre Ramírez fue acusado de maltratar a los liberales por sus firmes convicciones conservadores. Eran los tiempos de la Violencia Partidista de los años 50. A este sacerdote radical se le atribuye la avalancha de Armero como resultado de una maldición de este sacerdote radical que terminó linchado el 10 de Abril de 1948 por la turba liberal.

La fama de santo del padre Pedro María surgió pocos meses después de su asesinato cuando personas de diferentes condiciones sociales de Tolima y Huila empezaron a atribuirle múltiples milagros como la sanación definitiva de personas desahuciadas por los médicos, la solución de terribles problemas familiares, el regreso de hijos pródigos al hogar, la renuncia a la drogadicción o el alcoholismo y hasta la prosperidad económica de comerciantes en quiebra. Además de los favores registrados en placas, inscripciones y cruces tanto en su mausoleo como en el museo que se conservan en La Plata, también son numerosos los milagros atribuidos al Mártir de Armero en su página oficial http://padrepedromaria.com.

Casa campestre en la que nació el padre Ramírez Ramos el 23 de octubre de 1899
En el libro Una víctima de la revolución de abril , del jesuita Juan Álvarez Mejía y publicado en el año del maritirio, al conocerse por radio la noticia del asesinato a tiros del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en pleno centro de Bogotá, gran parte del pueblo liberal de Armero, se levantó contra las autoridades pidiendo la cabeza del presidente Mariano Ospina Pérez y la caída del Gobierno conservador. Los exaltados, como en gran parte del país, también acusaban a la Iglesia católica de defender al conservatismo y de propiciar con su conducta pasiva y en otras, de manera velada, el clima de violencia contra los liberales.

Hacia las 2:30 de la tarde una turbamulta ebria y armada llegó hasta la casa cural con el propósito de matar al sacerdote, pero su intento fue frenado por las monjas de la comunidad de las Mercedarias Eucarísticas. Jugó un papel especial la madre Miguelina, quien enfrentó a un hombre que pretendía balear al sacerdote Ramírez cuando se encontraba orando de rodillas frente al Santísimo. Los violentos saquearon la casa cural, destruyeron y quemaron muebles, enseres, libros y ornamentos, aunque no alcanzaron a profanar el Santísimo ni a destruir las hostias conservadas en el sagrario, cuenta el jesuita en su libro.

Pese al pedido encarecido de las monjas para que huyera del pueblo porque su sacrificio era inminente, Pedro María se negó a hacerlo diciéndoles que ya había perdonado a los agresores y a quienes pudieran atentar contra su vida. Al día siguiente del Bogotazo por el asesinato de Gaitán, el padre ofició la misa de la mañana, dio la comunión a las monjas y a un grupo de estudiantes, confesó a un enfermo en el hospital y visitó a más de 170 conservadores detenidos en la cárcel.

Poco antes, del mediodía repartió entre él y las monjas las hostias consagradas que quedaban, guardó una para utilizarla en caso de necesidad y escribió a lápiz un lacónico testamento que guardó en un sobre en el que escribió: «Voluntad del Pbro. Pedro Ma. Ramírez Ramos, a la Curia de Ibagué y a mis familiares de La Plata».

Mausoleo en el que reposan los restos del Mártir, en La Plata, Huila
En el testamento, anticipando su muerte inminente dejó escrito: “De mi parte, deseo morir por Cristo y su fe. Al excelentísimo señor obispo mi inmensa gratitud porque sin merecerlo me hizo ministro del Altísimo, sacerdote de Dios y párroco hoy del pueblo de Armero, por quien quiero derramar mi sangre. Especiales memorias para mi orientador espiritual, el santo padre Dávila. A mis familiares que voy a la cabeza para que sigan el ejemplo de morir por Cristo. Con especial cariño los miraré desde el cielo. Profunda gratitud con las madres eucarísticas; desde el cielo velaré por ellas, sobre todo por la madre Miguelina (la superiora). En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Armero, 10 de abril de 1948».

A los gritos de «¡Entregan al cura o mueren todas!», las monjas salieron huyendo de la casa cural por entre los tejados, dejando indefenso al hoy venerable Ramírez Ramos que vestido con bonete y estola fue sacado en medio de insultos, golpes y puñetazos y llevado a la plaza principal del pueblo donde fue entregado, sin fórmula de juicio, a un tumulto de por lo menos mil hombres y mujeres exaltados, muchos de ellos en completo estado de embriaguez.

Diferentes versiones, confirmadas en el voluminoso expediente judicial que se abrió días después del crimen, indican que hacia las 4:30 de la tarde fue otra vez ultrajado y golpeado y luego atacado con garrotes, varillas y planazos de machetes. Otros documentos señalan que cuando una voz dio la orden de «No más planazos, dénle por el filo», Ramírez Ramos pronunció sus últimas palabras: «Padre, perdónalos. Todo por Cristo» y que enseguida, varios hombres le asestaron machetazos en la cabeza y los brazos que acabaron con su vida en pocos minutos. Aún en el suelo, otro hombre le dio un varillazo en la nuca que le hizo girar la cabeza hacia atrás.

El cadáver fue abandonado a la entrada del cementerio donde fue recogido por vecinas del sector ―entre ellas algunas prostitutas― quienes lo sepultaron semidesnudo en una fosa, sin ataúd ni nada parecido a una ceremonia religiosa. Allí permaneció hasta que semanas después de restablecido el orden las autoridades identificaron plenamente el cuerpo y lo entregaron a familiares y miembros de la Iglesia católica quienes durante varios días lo trasladaron en un estremecedor y largo cortejo fúnebre que empezó en Armero, pasó por Ibagué y Espinal, siguió en Neiva y Garzón y terminó en La Plata.

La causa tramitada en su fase final ante la sede papal fue ampliamente discutida por juristas y teólogos que analizaron con especial cuidado los graves hechos de violencia protagonizados en los años 40 y 50 por los partidos Liberal y Conservador, una época en la cual, según diversos historiadores, fueron asesinados más de 200 mil colombianos.

El recorrido hacia la santificación del padre Ramírez Ramos. Empezó hace 69 años, un dia después de su asesinato a golpes. La visita de Juan Pablo II en 1986 destrabó el proceso pero aun quedaba camino por recorrer. Diez años después fue declarado “venerable”, la señal del Vaticano de que la cosa va en serio. Los huilenses testificaron sin tregua milagros para asegurar ser oídos en Roma. El Obispo Fabio Duque tomó la bandera desde entonces hasta asegurar el segundo paso: la beatificación que tomará forma finalmente con la visita del Papa Francisco a Colombia este septiembre.

Por: Vicente Silva Vargas
Tomado de Las2Orillas
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