En Pitalito se impone la intolerancia

A mediados del año 2015, tomándonos un café con el abogado Luis Gerardo Ochóa Sánchez y el sociólogo Felipe Narváez, este último le dijo a Ochóa que tenía un raro parecido con el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

"Usted debe ser el candidato del centro democrático a la alcaldía de Pitalito, porque se parece a Uribe, y porque tiene un excelente discurso y un gran bagaje intelectual," le dijo Felipe en medio de risas.

Luis Gerardo Ochóa era de los pocos militantes del centro democrático de Pitalito, poseedor de ese maravilloso don de la tolerancia, el pragmatismo y la libertad de pensamiento. Con él se podía hablar, debatir, controvertir y salir lleno de elogios, risas y abrazos.

Con el vil asesinado de este brillante abogado, vemos cómo la libertad de pensamiento, la libertad de opinión y la tolerancia corren un inminente peligro en el municipio de Pitalito.

También se está matando el periodismo libre, independiente, ese que no se vende por migajas o elogios oficiales. Ese que no le echa piropos a alcaldes, concejales y demás autoridades que se creen todopoderosos. Flor Alba Núñez Vargas es un claro ejemplo de la intolerancia de esos enemigos agazapados, cubiertos por el manto del dinero y el poder.

Pero también se está matando el pensamiento libre, las personas pragmáticas, aquellos que piensan distinto, que investigan, que no tragan entero, que no tienen miedo a denunciar los presuntos actos de corrupción que se han vuelto el pan de cada día en Pitalito.

La intolerancia le está ganando espacio a los tolerantes. Y no lo gana limpiamente, mediante el discurso civilizado y el sano debate, sino segando la vida de quienes no piensan ni actúan como ellos.

Un raro estilo mafioso se está apoderando de este municipio, influido por un círculo peligroso de dirigentes políticos y patrocinado por gente proveniente de otros lugares. Forasteros que están importando costumbres peligrosas para destruir una sociedad que hasta hace unos años era sana, tranquila, casi ingenua.

Desde las autoridades departamentales (gobernador) pasando por las locales (alcalde, algunos concejales y subalternos), entran en ira santa cuando alguien critica sus insanas actuaciones. Miran mal y con desdén a quien no comulga con su modelo de vida y su forma corrupta de ganar elecciones a cualquier precio, y para mantenerse en el poder recurren a las más bajas formas de lucha maquiavélica, capaz de callar a quien se opone a sus mezquinos intereses.

A esto se suma una inseguridad brutal por calles y veredas del municipio, tomado por una horda de delincuentes que a diario imponen su ley, sin que exista autoridad legítima capaz de contrarrestarlos.

Pitalito está a merced de corruptos de cuello blanco, criminales y ladrones de los bajos fondos, mientras las autoridades civiles, policiales, militares y judiciales parece que hubieran olvidado su deber constitucional. Solo persiguen a quien trabaja honestamente, decomisando sus vehículos (motos), o usurpando sus mercancías (ventas informales) de manera inmisericorde mientras llenan sus bolsillos con los sobornos de quienes pueden pagar para generar el desorden (prostíbulos y microtráfico de drogas) convirtiendo a Pitalito en un municipio peligroso para la tolerancia y el libre pensamiento.

Por; Santiago Villarreal Cuellar

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