Las historias de don Miguel, sepulturero del cementerio central de Pitalito

“Recuerdo una vez que vinieron unos mariachis entonados con los familiares del finado y me convencieron de tomarme un traguito y cuando me di cuenta era la una de la mañana y estábamos echando música y tomando ron…al otro día amanecieron veintitrés medias de licor, esa noche sin quererlo los muertos tuvieron serenata continua”.
Así lo cuenta en medio de risas Don José Miguel León sepulturero del cementerio central de Pitalito en el Huila, al sur de Colombia, quien en medio de lápidas, tierra, palas y llantos guarda en su memoria y con una realidad casi virtual, un sin número de Historias del más allá y del más acá.
Él, se encarga del mantenimiento, aseo y cuidado del campo santo desde hace catorce años, ya con setenta años de edad, no es fácil mantenerlo impecable todos los días y menos cuando los visitantes no ayudan a la protección del lugar donde reposan sus familiares, pese a que hay recipientes para depositar la basura, tiran los residuos de arreglos  al piso, “En varias ocasiones le he dicho a la gente que no deje la basura en el suelo y una vez una señora me contestó: acaso no le pagan para que haga el aseo” Indica Don José un poco decepcionado.
BASURA
Siempre disponible.
En diálogo con este medio, le preguntamos ¿Qué se siente vivir en medio de la muerte?...Su respuesta fue: “No pues lo hace muy consciente de que en un hueco de esos va a terminar y de la necesidad de no aferrarnos a la vida, porque cuando le llega a uno la hora va a sufrir más, hay que estar siempre disponible”; asegura también que aunque para muchos un cementerio resulta tenebroso, en este asustan más los vivos que los muertos, “aquí si uno se descuida le quitan hasta los pantalones, un día se me metieron al ranchito y seguro las almas benditas me salvaron porque sólo se llevaron una herramientas”  Narra en tono jocoso.
BARRIENDO
“yo creo que lo enterraron vivo”
En una de esas experiencias hace algunos años tuvo que exhumar 120 restos que debían ser trasladados a fosa común de esos restos que nadie reclama, “en esos días me encontré con algo que no he podido borrar de mi memoria y siempre que destapo una tumba me da miedo de volver a ver algo como eso…encontré los restos de un muchacho boca abajo (muy extraño eso), un zapato caído y una pierna encogida y era triste ver que se había quedado apoyando su cabeza en un brazo y no tenía por qué estar boca abajo… yo creo que lo enterraron vivo, parecía como si hubiera hecho fuerza para salir del ataúd, yo quedé sorprendido y lo único que pude hacer fue rezar un padre nuestro, desde ese día siempre a mi mente llega ese recuerdo y lo pienso dos veces para hacer una exhumación, pero hay que hacerla” Recuerda con un suspiro.
TUMBA DESTAPADA
A Don José le ha pasado de todo y al igual que los visitantes también ha sido víctima de los atracadores, cuenta que en una ocasión haciendo un entierro le saquearon los bolsillos, le robaron el celular y hasta el dinero correspondiente al trámite de defunción. “eso fue en el entierro de un ñero y salieron como cuatro echando plomo desde diferentes lados, del susto salí corriendo, dejé el hueco tirado, no supe si el difunto quedó con los pies pa’ delante como debe ser y al rato cuando pasó todo fue que me di cuenta que me habían robado” Narra haciendo señas de lo acontecido y señalando la tumba.  
Aunque para muchos no resulte agradable, Don José vive con su familia en un predio asentado dentro del cementerio, es un anciano vital y aunque con sonrisa corroída por el tiempo, refleja en el diálogo una contagiosa felicidad a pesar de vivir en un escenario donde el dolor es una muestra constante de la gente, con certeza indica que ese es su lote más seguro, “De ahí no me sacan ni muerto” Concluye.
Investigación y redacción: Dainny Hernández, Álvaro Pérez 
TOMADO DE ALDEASUR.COM
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