La mayoría de las personas que se embarca en la aventura de traer una mascota a sus vidas sabe que inicia un camino no exento de travesuras. Con los perros, esto puede manifestarse de distintas formas, ya sea con un atentado contra un par de zapatos nuevos, la transformación de una factura en papel picado o el robo furtivo de comida en un momento de distracción de su dueño o dueña.
Lo que estos animales no pueden imaginarse es que una de estas indiscreciones podría poner un punto final a la vida tal como la conocían.
Eso le pasó a Juan, un perro de cuatro años que había sido encontrado en 2018 con una pata quebrada, sarna y peso bajo en el puente Taurita, de Tigre, Argentina. Luego de una recuperación que tomó varios meses, fue adoptado a mediados de enero por una familia, aunque la experiencia sólo duró una semana. Lo devolvieron el miércoles pasado por haberse robado comida de la mesa.
"Comenzaron a decirnos que no le tenían paciencia, que comía mucho y que le dolía la pata los días de humedad. Tuvimos que retirarlo y llevarlo de nuevo a un pensionado. Fue muy triste porque pensábamos que íbamos a cerrar ese círculo de adopción, pero no se dio",
Este tipo de historia es común en los círculos de personas que trabajan con perros rescatados. "Suele suceder mucho que no les tienen tolerancia cuando son cachorros y rompen cosas, o cuando la gente alquila y les piden como condición para renovar que dejen a sus mascotas. Muchas veces las adopciones se frustran", sostuvo.
