Llegar a los 70 años y después tener el derecho a elegir cuándo morir. Esa es la cuestión que se plantea Holanda y que despertó posturas enfrentadas, después de que el Ejecutivo pusiera en marcha un proyecto de ley que, en caso de aprobarse, implicaría que el Estado ponga a disposición de los ciudadanos mayores de esta edad una píldora terminal.
Huib Drion, un juez del Tribunal Supremo holandés, tuvo esta misma idea hace cuarenta años. Drion creía que el Estado debía ofrecer a los adultos mayores de 70 años una “pastilla del suicidio”, para que pudieran decidir en qué momento querían morir.
Ahora, el gobierno holandés realizó un controvertido estudio como parte del debate sobre el acceso a esta solución para personas “cansadas” de vivir. Según la investigación, más de 10.000 holandeses mayores de 55 años querrían poner fin a su vida recurriendo a la eutanasia cuando hayan “completado su vida”, aunque no sufran una grave enfermedad.
En total, el comité de investigación entrevistó a más de 21.000 personas mayores de 55 años, a 1.600 médicos de cabecera y estudió más de 200 solicitudes de eutanasia ejecutadas y rechazadas en los últimos meses.
De los que dijeron querer morir, un tercio pediría ayuda médica con el suicidio, mientras que dos tercios prefieren morir en casa si se le proporcionan las sustancias necesarias para una muerte asistida cuando tengan “una acumulación de quejas por la edad” y un “sufrimiento insoportable y sin esperanza”.
Por su parte, los investigadores subrayan que el deseo de morir no es un “hecho establecido” en el caso de los adultos mayores y puede tanto disminuir como desaparecer si su situación física y financiera mejora o bien si dejan de sentirse solos o dependientes.
Legalizar la eutanasia para personas mayores que ya no quieren vivir es un tema que divide a la coalición del gobierno holandés. Mientras que los progresistas impulsan la idea, el partido liberal tiene dudas y Llamada Democristiana y los conservadores de Unión Cristiana están en contra.
El único compromiso al que llegaron los cuatro en el acuerdo de coalición fue solicitar esta investigación con el compromiso de no presentar una propuesta de ley hasta su publicación. Ahora, el grupo progresista considera que los resultados del estudio “ofrecen suficientes puntos de partida” y pretende presentar pronto el proyecto.
El ministro de Sanidad, Hugo de Jonge, cree que “si nos fijamos en lo diverso que es el grupo estudiado, una regulación legal no es la respuesta”, y aseguró que “no hay una solución única para todos” los que tienen deseo de morir.
El funcionario, del partido democristiano, considera que la sociedad holandesa debería hacer todo lo posible “para garantizar que estas personas recuperen las ganas y el sentido de la vida”, y analiza que este informe “en todos sus tonos grises” proporciona una buena base para un diálogo sobre la fase final de la vida en los Países Bajos.
Por su parte, Unión Cristiana lamenta que la investigación otorgue la imagen de que esas 10.000 personas son un grupo de “ciudadanos totalmente autónomos que, después de una vida exitosa, principalmente quieren estar a cargo de su propia muerte”.
Desde que la eutanasia fue legalizada en los Países Bajos en 2002, dos de los requisitos imprescindibles para lograrla son sufrir una enfermedad incurable y estar luchando contra un dolor insoportable que suponga un sufrimiento diario para el paciente que pide morir de forma reiterada.
Jacob Kohnstamm, director de los comités que vigilan la aplicación de la eutanasia en Países Bajos, sostiene que la idea de este proyecto es que la opción exista porque la legalización de la eutanasia “no hace daño” a la sociedad, y no sustituye los tratamientos médicos para mejorar la situación del paciente.
“Si el paciente sabe que puede obtener la eutanasia cuando lo decida, a veces aguanta el dolor durante algo más de tiempo. Creo que la legalización de la eutanasia en Holanda ha ayudado a la gente a vivir más tiempo de lo que lo hubieran hecho si fuera ilegal”, subrayó el exdiputado.
