Para don Carlos, su compañera de vida es “la viejita linda de la casa”.
Por eso madruga cada día a las tres de la mañana para caminar las calles de Medellín, recoger botellas de plástico, venderlas y conseguir dinero para subsistir con su esposa María Teresa, que tiene problemas de movilidad, padece de diabetes crónica e hipertensión.
Lo que gana es “para conseguir dinerito para traerle la comida a ella, traerle la droga”, dice este abuelito amoroso.
Le pide “al Señor que me dé salud, que ella pueda moverse y hacer sus cositas”.
Don Carlos tiene cicatrices porque cuando destapa las bolsas de basura encuentra desechos que terminan lastimándolo.
“Nadie separa, sino que lo tira así como caiga a la basura, botellas, vidrio, y uno se corta”, cuenta.
Pero no es mucho lo que gana este abuelito. “¿Qué puede hacer uno con 7 u 8 mil pesos? Nada. Le compro los alimenticos para ella, la lechita”, afirma.
Su esposa María Teresa no concilia el sueño hasta que su esposo regresa.
Dice que lo que más le preocupa es “la medicina, porque prácticamente es muy escasa y no me la están dando como deben dármela en el centro de salud de Santo Domingo”.
Aunque este abuelito y su esposa tienen una hija que es profesora, está desempleada y su esperanza es que consiga un empleo estable para tener algo de tranquilidad.