La Toma de Radio Sur en Pitalito

La incursión armada a la Emisora Radio Sur por un comando especial del M-19 es un evento que ha querido borrarse de la memoria de los laboyanos, pero es un hito de los años 80 en Pitalito. En una acción que no dejó heridos ni muertos, cuatro combatientes de esta guerrilla asestaron un golpe que desafió a la opinión pública y marcó el inicio de sus acciones ofensivas en el sur de Huila. Una retrospectiva a propósito de amnistías.

La Toma de Radio Sur tuvo como objetivo socializar los resultados de la VII Confernecia del M-19 realizada en 1979,

Un atardecer asombroso conspiraba en Pitalito ese día peregrino de 1980. Así lo recuerda Betulia Silva, quien a esa hora iniciaba su turno de 6 de la tarde a 10 de la noche a cargo del master de la emisora Radio Sur. “Las calles estaban más solas que de costumbre. Algunos negocios del centro ya estaban cerrados. Era como si la gente se hubiese anticipado o supiera que algo raro iba a suceder”. Entonces Betulia, antes de escalar hasta el tercer piso del edificio ubicado en la carrera 4 con nomenclaturas 7-22, sacudió la cabeza para ahuyentar los malos presagios. Cuando estuvo sentada frente al control y su compañero, el locutor Rafael, le dio la señal, eligió el disco reciente de ABBA para dar inicio al programa musical y dejó que el acetato girara en el tocadiscos. “Son las 6 de la tarde en punto en Pitalito y en todo el territorio nacional, les damos la bienvenida a todos nuestros radioescuchas del sur a su programa ´Los éxitos del momento´, a partir de ahora disfrutaremos 60 minutos con la mejor música romántica”, saludó el locutor a la audiencia laboyana que a esa hora estaba en sintonía y dejó que continuaran las aflautadas voces españolas.

La placidez melancólica del ritmo y la letra de “Chiquitita”, dentro del estudio, fue amputada por la irrupción de cuatro hombres armados que los amenazaron con un tono destemplado detrás de las cachuchas, medias veladas y pañoletas con las que cubrían sus rostros. Eran los combatientes del M-19 alias ´Hugo´, líder de la operación, el legendario ´Facundo, -quien participó en el secuestro de Álvaro Gómez y la acción del avión de Aeropesca que trajo las armas que Gadafi envió al M-19 desde Libia y aterrizó en el río Orteguaza donde todavía está incrustada la cola de la nave-, ´Nacho´y ´Baltasar´, quienes hacía unos segundos se habían tapado las cabezas y vestido con sudaderas en el primer piso, previo a trepar a la emisora. “…En tus ojos hay una sombra de gran pena”, decía el coro dulce que sonaba en los transmisores de los laboyanos, mientras los ojos de Betulia no daban crédito a lo que sucedía. “Somos guerrilleros del M-19. Aquí no les va a pasar nada si ustedes colaboran. Necesitamos que pongan a sonar este casete o la llevan con nosotros”, fue la orden que dio la voz aguardentosa de ´Hugo´, mientras le alcanzaba el casete a Betulia, quien lo introdujo temblorosa en la grabadora que conectó al master y antes de que terminara “Chiquitita”, hundió el botón de play y se desvaneció.
Betulia Silva a la edad de 19 años cuando inició a trabajar como master de la emisora Radio Sur en Pitalito.
El polvorete

Lo que Betulia no pudo escuchar mientras estaba desmayada fue la música y letra de El polvorete interpretada por Lisandro Mesa y su Conjunto, que daba inicio a la grabación como un desafío a una emisora que se erigió en su momento como aparato ideológico del Partido Conservador en Pitalito, desde su fundación en 1963, en cabeza de su propietario el Representante a la Cámara Manuel Castro Tovar y el beneplácito de la Iglesia Católica, quienes controlaban que la música que se emitía por este dial no llevara mensajes eróticos. Así que después de “El polvorete”, que era una estrategia de tiempo y atención, los radioescuchas que a esa hora esperaban una hora de baladas y boleros, continuaron sorprendidos segundos después con la solemnidad del Himno Nacional y más aún cuando oyeron las arengas de cuatro o cinco voces, entre ellas la de una mujer, que gritaban con furor: “Con el pueblo y con las armas al poder. Viva el M-19” para darle paso a las palabras del médico Carlos Toledo Plata, quien informaba al pueblo la decisión irreversible de esta guerrilla de no entregar las armas y arengaba sobre la legitimidad de la lucha revolucionaria que había reafirmado la VII Conferencia Nacional realizada meses atrás en 1979. Pese a esto, Toledo Plata fue asesinado el 10 de agosto de 1984 después de haber recibido la amnistía del presidente Betancur.

El mismo año del asesinato del médico, cofundador del M-19, esta guerrilla firmó con el gobierno del presidente ´poeta´ los denominados Acuerdos de Corinto, en los cuales las partes firmantes se comprometían a un cese bilateral del fuego y la búsqueda conjunta de una salida política al conflicto armado. Sin embargo, los acuerdos de Corinto se quebrantan tras un atentado a Antonio Navarro Wolff. La ruptura de los acuerdos recrudece el conflicto entre el grupo guerrillero y el gobierno por falta de una verificación eficaz, incumplimiento generalizado de la tregua y muchos asesinatos políticos. El epílogo sangriento fue el holocausto del Palacio de Justicia en 1985 y el exterminio de la Unión Patriótica. Así las cosas, hasta mediados de 1988, el gobierno de Virgilio Barco emprendió un proceso de paz con el M-19. Luego se expidió la Ley de Amnistía 77 de 1989, y en marzo de 1990 este grupo guerrillero dejó sus armas y se convirtió en una organización política que hubiera podido llegar a la presidencia de Colombia si los enemigos de la paz no perpetran el magnicidio de Pizarro.

No dejemos que la culebra se muerda la cola. La Ley de Amnistía en la actual implementación del acuerdo de paz con las Farc, aprobada en diciembre de 2016, establece que los guerrilleros de esta organización que pueden ser objeto de amnistía son aquellos acusados únicamente de rebelión o delitos conexos y excluye a quienes estén vinculados a crímenes de sangre. Después de varios meses de sancionada esta ley los primeros miembros de la guerrilla recuperaron su libertad. Con el paz y salvo y limpios de cualquier proceso penal, 52 miembros de las Farc han salido de las cárceles del país. Sin embargo, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, denunció el 20 de junio de este año el asesinato del guerrillero Rigoberto Quezada en una zona rural del departamento del Caquetá, cuando visitaba a su familia tras recibir la amnistía. En abril, las Farc alertaron del asesinato de otro guerrillero, en este caso en el municipio de Tumaco, Nariño, luego de ser amnistiado. Esta mañana el Comandante del Bloque Sur Ramiro Durán, denunció públicamente las amenazas que contra él y su familia ha recibido vía celular en la ciudad de Neiva. Aquí, es necesario insistir en la responsabilidad que tiene el Estado de garantizar la seguridad de los reinsertados y combatir el accionar del paramilitarismo para que la historia no se repita.
Lo que Betulia no pudo escuchar mientras estaba desmayada fue la música y letra de El polvorete interpretada por Lisandro Mesa y su Conjunto, que daba inicio a la grabación como un desafío a una emisora que se erigió en su momento como aparato ideológico del Partido Conservador en Pitalito.
“La guerrilla se tomó Pitalito”
Cuando Betulia volvió en sí, estaba amarrada de pies y manos. Los grafitis con las consignas del M-19 ocupaban todos los rincones de las paredes: ¡Viva el M 19! ¡Viva la lucha revolucionaria! ¡Viva la unidad revolucionaria! ¡Con el pueblo, con las armas, al poder! ¡Bolívar, tu espada en pie de lucha, ayer, hoy y siempre! Con esfuerzo, logró zafar sus manos, se desamarró los pies y acudió en auxilio de Rafael, quien también estaba atado. En la calle, la policía ya había rodeado el lugar y los uniformados apuntaban sus armas hacia el edificio creyendo que los guerrilleros se encontraban allí todavía. Gritando que no los fueran a matar y sin importarles que el micrófono de la estación quedara abierto, ambos corrieron hasta la terraza del edificio, pues la puerta había sido cerrada con candado, y en un acto desesperado, Betulia se arrojó hacia el segundo piso de la casa contigua donde funcionaba la Caja Agraria, mientras las balas de la policía retumbaban en el eco de los radios de los laboyanos que a esa hora, a todo volumen, sintonizaban alarmados la emisora. “La guerrilla se tomó Pitalito”, fue la verdad errada que se escuchó a voces por todo el pueblo.

Betulia herida, con el brazo izquierdo fracturado, gritaba por su vida y elevaba oraciones al cielo. Rafael la recogió del piso y como pudo la arrastró hasta un rincón de la casona, que a esa hora estaba en penumbras, donde pudieron esconderse mientras cesaba, lo que ellos suponían era un combate entre la policía y los guerrilleros. Por su parte, minutos antes de la llegada de la policía, los cuatro hombres antes de salir caminando tranquilamente del edificio de Radio Sur, se quitaron las sudaderas y los trapos que los cubrían, los echaron en un costal junto a las tres pistolas y el cuchillo con el que ejecutaron el asalto y se lo entregaron a un hombre que aguardaba en bicicleta frente a la puerta de la emisora. Cada uno por una ruta diferente se perdió entre las calles de Pitalito, donde las familias de bien que a esa hora sintonizaban en sus radios la emisora Radio Sur, escuchaban con escándalo el coro impertinente del “racatapunchinchín él se sacude”. Una canción apropiada para el desafío subversivo y el tiempo justo de escape que los cuatro necesitaban.
Cuando Betulia volvió en sí, estaba amarrada de pies y manos. Los grafitis con las consignas del M-19 ocupaban todos los rincones de las paredes: ¡Viva el M 19! ¡Viva la lucha revolucionaria!
Sobrevivientes de la guerra

Afortunadamente, Betulia Silva y Rafael Santos sobrevivieron a esa insólita toma guerrillera y el peligro que significó la confusión que generó los micrófonos abiertos y la torpeza cándida de la policía. Esa noche, después de más de una hora de disparos y advertencias con megáfonos, donde la policía prometía respetar las vidas de los rebeldes si se entregaban con las manos en alto, los mismos que provocaron el caos y a quienes los uniformados presumían combatir, regresaron en su ayuda. ´Facundo´ y ´Hugo´, que habían sintonizado la emisora apenas llegaron a sus respectivos escondites, alcanzaron a escuchar las últimas palabras del discurso de su comandante Toledo Plata y minutos después el eco de las amenazas y disparos. Sin ponerse de acuerdo se encontraron en el parque central, donde la gente curiosa estaba aglomerada. Se miraron y con una señal se acercaron cada uno por su lado hasta donde estaba la policía y cuando Facundo reconoció al sargento Puentes le dijo: “Sargento, no siga disparando a la emisora que allá no hay nadie, van a matar a los pobres locutores”. Sin inmutarse, el sargento le increpó, “¿y usted cómo sabe?”, “y a usted qué le importa”, escupió Facundo y se escabulló entre la gente. La noticia tuvo revuelo nacional gracias a que Teófilo Carvajal, corresponsal de El Tiempo, envió su nota confiado en el parte de la policía y el titular ponderó un falso positivo: 12 guerrilleros del M-19 acorralados en Pitalito.

Contra todas las posibilidades de un país excluyente, que parece no perdonar la rebeldía, y en un municipio de tradición conservadora como Pitalito, ´Facundo´, ´Hugo´, ´Nacho´ y ´Baltasar´ no sólo sobrevivieron a la guerra, sino que todavía dos de ellos llevan una vida tranquila en el Valle de Laboyos. El único que no vive en Colombia es ´Baltasar´, quien es profesor y reside actualmente en Suiza. Mientras tanto, ´Nacho´, es rector de un colegio en Pitalito y ´Hugo´, ejerce como abogado, fue concejal del municipio y sigue siendo un arduo defensor de los derechos humanos. Ellos, y muchos otros ex combatientes, son una prueba viviente de que podemos vivir en paz. Prácticas históricas como la negación del interlocutor, la descalificación y la eliminación física del adversario deben ser reemplazadas por la confrontación de argumentos, la deliberación, el acogimiento a las reglas y las decisiones democráticas. El poder para transformar este país ya no reside en la fortaleza de los ejércitos sino en la creatividad de todos los colombianos que, de una u otro forma, también somos sobrevivientes de la guerra.

Por;Hugo Mauricio Fernández - Tomado de Recp Sur 
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